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Elecciones en el Perú: AVISEN A LOS COMPATRIOTAS


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Escribe Joan Guimaray

¡Ay, el Perú! ¿En dónde y en qué momen­to se nos per­dió el sano jui­cio? ¿En cuál de los reco­dos de la his­to­ria se nos conta­minó el alma? ¿Quién nos convir­tió casi, casi en cari­ca­tu­ras huma­nas? ¿En qué parte de la lar­ga tra­vesía repu­bli­ca­na nos asal­ta­ron la memo­ria? Aho­ra cuan­do nos lle­ga el día de ele­gir nues­tro des­ti­no, hoy cuan­do las ánfo­ras nos espe­ran y en momen­tos en que la ONPE con su cara de Pacarán y su son­ri­sa de Chu simu­la impar­cia­li­dad, parece que estu­vié­ra­mos sin jui­cio, sin alma, sin memo­ria y tan sólo como seres antro­po­mor­fos, escu­chan­do azo­ra­dos, absor­tos e impo­tentes, a unos cuan­tos ‘ilu­mi­na­dos’ y chis­me­ros que dicen que tie­nen mie­do a Huma­la y que Kei­ko es el mal menor, pero que no saben por quién votar, porque nin­gu­no de los can­di­da­tos les convence, por ser iguales, idén­ti­cos y semejantes.

¡Ay, el Perú! Aquel­los que se alu­ci­nan ser para­dig­mas de ciu­da­da­nos, los que se creen ser ejem­plares demó­cra­tas, los que se ima­gi­nan ser mode­los de la inte­li­gen­cia, no son sino, parte de la hediente com­par­sa que con sus vul­gares sofis­mas y sus gro­tes­cos para­lo­gis­mos, disi­mu­la­da­mente confun­den y deso­rien­tan a los dis­traí­dos cami­nantes sin rum­bo y a incau­tos seres sin ideales a fin de embau­car­los y reclu­tar­los para engro­sar las filas de la inse­pul­ta mafia que está a pun­to de resu­ci­tar. Entonces, para lograr sus aco­me­ti­dos no sólo calum­nian, difa­man y engañan, sino tam­bién, confun­den dicien­do que los can­di­da­tos son iguales, como si en la dimen­sión de sus pro­pues­tas, en el volu­men de sus ideales, en el tamaño de sus capa­ci­dades, y en auto­ri­dad moral, fue­sen iguales. Así que, sólo la igno­ran­cia invic­ta y la des­ver­gon­za­da conve­nien­cia, pue­den sos­te­ner sin rubor un seme­jante desatino.

Avi­sen a los com­pa­trio­tas. Lo que se tra­ta aquí, es el de elu­dir el deber ciu­da­da­no y de esca­mo­tear la higiene moral de pen­sar en fun­ción de país, úni­ca­mente para favo­re­cer a la inve­re­cun­da hija y suce­so­ra del cleptó­cra­ta de la últi­ma déca­da del siglo pasa­do. Una can­di­da­ta que lejos de trans­mi­tir sere­ni­dad y equi­li­brio para la tran­qui­li­dad del país, pone en peli­gro la paz social, al exhi­bir el mis­mo per­fil auto­ri­ta­rio de su padre, como lo pudi­mos ver y escu­char en el últi­mo debate. Pero no sólo, pone en peli­gro la paz social y la gober­na­bi­li­dad del país, sino además, se le advier­ten planes oscu­ros, inten­ciones per­ver­sas, proyec­tos impu­ros. No nos olvi­de­mos que el fuji­mo­ris­mo es impre­de­cible. Es impre­de­cible, porque no es una orga­ni­za­ción polí­ti­ca, sino una aso­cia­ción de malhechores.

Hace diez años atrás, nadie se hubie­ra ima­gi­na­do que la hija que des­tronó a su pro­pia madre del honorí­fi­co car­go de pri­me­ra dama, iba ser can­di­da­ta pre­si­den­cial. Hace una déca­da, nadie hubie­ra pen­sa­do que la mujer que pagó sus estu­dios uni­ver­si­ta­rios con el dine­ro del Esta­do, iba estar a pun­to de conver­tirse en la pri­me­ra jefa de Estado.

De modo que, avi­sen a nues­tros ile­tra­dos com­pa­trio­tas, que si la congre­sis­ta Kei­ko Fuji­mo­ri gana la elec­ción pre­si­den­cial, se habrá ins­ta­la­do la dinastía Fuji­mo­ri en el Perú, porque su suce­sor inme­dia­to será nada menos que su her­ma­no, el elec­to congre­sis­ta Kenyi Fuji­mo­ri a quien natu­ral­mente lo suce­derá su her­ma­na Kei­ko, lue­go vol­verá Kenyi, y así, ten­dre­mos por lar­gos perío­dos las inter­mi­nables sucesiones.

Joan Guimaray
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