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Mediación y Resolución de Conflictos


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Par Gabriel Sali­nas alva­rez (Doc­tor en Cien­cias sociales, San­tia­go, Chile).

Inter­ven­ción en el semi­na­rio sobre Media­ción y Tra­ba­jo social ; orga­ni­za­do por la Uni­ver­si­dad de los lagos, Chile, invier­no de 2002.

A propó­si­to de “fun­da­men­tos”

¿Por qué se siente la nece­si­dad de dar un fun­da­men­to filosó­fi­co éti­co a una cosa que apa­rece hoy como una espe­cie de estra­te­gia, de nue­vo conjun­to de hipó­te­sis, como una nue­va tec­no­logía de inter­ven­ción en el ter­re­no social ?

delacroix_tobieYo pien­so que es nece­sa­rio un fun­da­men­to, porque des­gra­cia­da­mente en los últi­mos veinte o trein­ta años nos hemos olvi­da­do de que nues­tros actos y pen­sa­mien­tos están fun­da­dos en algo, tie­nen un fun­da­men­to que es lo que da soli­dez y, en cier­ta medi­da, vali­da nues­tra acción. Sin embar­go, desde hace un tiem­po, hemos pues­to todo el inter­és, toda la aten­ción en la bús­que­da de efi­ca­cia, la mayor posible en el menor lap­so de tiem­po ima­gi­nable. Esto ha signi­fi­ca­do que, el tiem­po de la espe­cu­la­ción, de la reflexión, de la dis­cu­sión, el tiem­po de filo­so­far, en suma, el tiem­po de confron­tar nues­tra prác­ti­ca con nues­tros prin­ci­pios, con sus fun­da­men­tos, sea consi­de­ra­do como pér­di­da de tiem­po, y en todo caso, como tiem­po inú­til, un tiem­po muer­to. De un modo aná­lo­go, la reflexión social y socioló­gi­ca tiende a ser sub­sti­tui­da por téc­ni­cas de encues­ta y son­deos de opi­nión, con la consi­guiente giba­ri­za­ción de la reflexión y la desa­pa­ri­ción del pen­sa­mien­to crí­ti­co. Hoy en ves de saber lo que pasa a tra­vés de la dis­cu­sión, del diá­lo­go, de la conver­sa­ción en las casas, en los bar­rios, en las asam­bleas, se rea­li­za un Focus grup o se “son­dea” la opi­nión, de pre­fe­ren­cia telefó­ni­ca­mente redu­cien­do al míni­mo los cos­tos y opti­mi­zan­do al máxi­mo la ren­ta­bi­li­dad de la ope­ra­ción. Con bas­tante fre­cuen­cia, ocurre que los son­deos y los informes de cos­to­sas inves­ti­ga­ciones son cruel­mente des­men­ti­dos por la rea­li­dad, pero ello es consi­de­ra­do por los “exper­tos” como un hecho “nor­mal” des­ti­na­do a ser OLVIDADO LO ANTES POSIBLE

En el domi­nio econó­mi­co, las cosas no son más halagüeñas. En efec­to, las pre­vi­siones de nume­rosí­si­mos eco­no­mis­tas acer­ca del esta­do de la eco­nomía mun­dial, regio­nal o nacio­nal, no bien difun­di­das por los medios de comu­ni­ca­ción, son refu­ta­das por una rea­li­dad por­fia­da que no se deja redu­cir a proyec­ciones y otras construc­ciones teó­ri­cas, de gran sofis­ti­ca­ción, pero de poca ayu­da cuan­do se tra­ta de resol­ver los pro­ble­mas más urgentes que asfixian a sec­tores cre­cientes de la población.

El caso argen­ti­no (y otros muchos, des­gra­cia­da­mente), confir­man has­ta la sacie­dad que los eco­no­mis­tas neo­li­be­rales, se preo­cu­pan exclu­si­va­mente de los equi­li­brios macroe­conó­mi­cos, dan­do por hecho que los pro­ble­mas microe­conó­mi­cos y todas las contin­gen­cias coti­dia­nas de los ciu­da­da­nos cor­rientes y molientes, encon­trarán una solu­ción gra­cias a los “ajustes estruc­tu­rales” y al libre jue­go de las fuer­zas que ani­man el mer­ca­do. Los fun­da­men­tos a tal creen­cia son pocos y magros, lo que es com­pen­sa­do por un notable fun­da­men­ta­lis­mo retó­ri­co, car­ga­do de fata­lis­mo, cuya mani­fes­ta­ción más fre­cuente es la expre­sión : “no hay nin­gu­na otra alter­na­ti­va”… Resul­ta difí­cil admi­tir pasi­va­mente tal fun­da­men­ta­lis­mo cuan­do se asiste al bár­ba­ro espectá­cu­lo ofre­ci­do por la pro­gre­sión del hambre y su cor­te­jo de muer­tos, en un país como Argen­ti­na, capaz de ali­men­tar a todo el conti­nente. El fun­da­men­ta­lis­mo eco­no­crá­ti­co, no por sim­plis­ta es inefi­caz ; tiene una capa­ci­dad de seduc­ción ante la cual sucum­ben, desde los más humildes y cré­du­los consu­mi­dores insol­ventes que pulu­lan en los cen­tros comer­ciales, has­ta los fla­mantes (y no menos cré­du­los), gra­dua­dos demuy hone­ro­sas escue­las de negocios.

Estas consta­ta­ciones, y muchas otras, me lle­van a consi­de­rar como prio­ri­dad impos­ter­gable, la inter­ro­ga­ción acer­ca de los pos­tu­la­dos de base, de los fun­da­men­tos de todo dis­cur­so sobre la rea­li­dad social. Al hablar de fun­da­men­tos y prer­re­qui­si­tos filosó­fi­cos, no me refie­ro anin­gu­na acti­tud contem­pla­ti­va a la que haya que consa­grar nues­tras energías ; ni tam­po­co a un ejer­ci­cio escolás­ti­co arduo y meti­cu­lo­so del tipo dis­pu­ta dis­pu­tan­di medieval.

Al invo­car la nece­si­dad de un fun­da­men­to filosó­fi­co, mi pen­sa­mien­to no se detiene en una escue­la o cor­riente filosó­fi­ca par­ti­cu­lar, sino que voy a inda­gar­del lado de los obje­ti­vos ori­gi­na­rios y ori­gi­nales de la reflexión filosófica.

Hago mía la afir­ma­ción hecha por Isayah Ber­lin, cuan­do se inter­ro­ga­ba acer­ca de la meta de la filo­sofía. “La meta de la filo­sofía, afir­ma­ba Ber­lin, es siempre la mis­ma : ayu­dar a que los hombres pue­dan com­pren­derse a sí mis­mos y, de tal mane­ra pue­dan actuar en ple­na luz y no sal­va­je­mente en la obs­cu­ri­dad”. Es a ese modo de filo­so­far que yo les invi­to durante el puña­do de minu­tos de que dis­po­ne­mos hoy.

Ten­ta­ti­va de aproxi­ma­ción a la Mediación

Dos razones me disua­den de inten­tar una defi­ni­ción de la Media­ción. La pri­me­ra y más deter­mi­nante es que yo no soy espe­cia­lis­ta de esta mate­ria. La segun­da razón está rela­cio­na­da con la uti­li­dad que pudiese pres­tar­nos una exhaus­ti­va defi­ni­ción. Me per­mi­to pues, pro­po­nerles que nos aproxi­me­mos a la idea de media­ción, sin la obse­sión car­te­sia­na de tra­ba­jar sólo con concep­tos cla­ros y dis­tin­tos. Les invi­to a dejar­nos per­sua­dir por un conse­jo que die­ra John M. Keynes a una asam­blea de eco­no­mis­tas durante la gran cri­sis de prin­ci­pio de los trein­ta. Todos los asis­tentes espe­ra­ban del Maes­tro algu­na orien­ta­ción, en medio de la tor­men­ta. Cuan­do llegó el momen­to tan ansia­do, Keynes dijo a sus cole­gas : “has­ta la fecha nos hemos equi­vo­ca­do con mucha pre­ci­sión. De lo que se tra­ta aho­ra, es de tener vaga­mente razón”.

Comien­zo pues dicien­do lo que, a mi modo de ver, no debe ser iden­ti­fi­ca­do con el concep­to de mediación :

- No es una sofis­ti­ca­da tec­no­logía social que pudie­ra per­mi­tir­nos resol­ver todos los pro­ble­mas que has­ta la fecha no encuen­tran solu­ción en los tri­bu­nales de Jus­ti­cia, en los esta­ble­ci­mien­tos edu­ca­cio­nales, en las fami­lias, en los bar­rios, etc.

- Tam­po­co entien­do la media­ción como una rece­ta para construir consen­so, a par­tir del míni­mo común deno­mi­na­dor en el que reco­noz­can sus inter­eses los dis­tin­tos sec­tores de la ciu­da­danía. Suele ocur­rir que, entre los actores de un conflic­to, la coin­ci­den­cia de inter­eses es tan men­gua­da que el “común deno­mi­na­dor” sobre el cual construir un consen­so tiende a desa­pa­re­cer entonces al final ya nadie sabe en qué esta­mos de acuer­do y en qué no lo esta­mos : ello, como es de ima­gi­nar, no favo­rece pre­ci­sa­mente la acción colectiva.

- Tam­po­co creo que la media­ción sea iden­ti­fi­cable a la teoría, al dis­cur­so de algún per­so­naje carismá­ti­co que pudiese resol­ver nues­tros pro­ble­mas sacan­do de su bol­sillo no sé qué “Bue­na Nueva”.

- Yo des­car­to tam­bién, el consi­de­rar la media­ción como una meto­do­logía nor­ma­li­za­do­ra, que nos per­mi­tiría mini­mi­zar los ries­gos de “des­via­ción” res­pec­to de los patrones de conduc­ta imperantes.

- Des­car­to, igual­mente, la idea de abor­dar la media­ción como si se tra­tase de una orto­pe­da­gogía mora­li­zante y procelitista.

Aho­ra bien, yo sos­ten­go que, a pesar de no ser nin­gu­na de esas cosas, la media­ción puede ser algo bue­no, muy bue­no, algo que puede reser­var­nos muchas y muy bue­nas sorpresas.

La Media­ción : una prác­ti­ca pro­fe­sio­nal sui géneris

La media­ción nos obli­ga a ope­rar un cam­bio en nues­tra posi­ción en la tra­ma de rela­ciones sociales que consti­tuye nues­tro medio pro­fe­sio­nal. Para mediar en una situa­ción de conflic­to, es nece­sa­rio que nos des­li­ce­mos del lugar ins­ti­tu­cio­nal que ocu­pa­mos habi­tual­mente, hacia el contex­to en el que se desar­rol­la el conflic­to. Este “des­li­za­mien­to” no es reduc­tible a la eje­cu­ción de un “come­ti­do fun­cio­na­rio” u otra acción en ter­re­no. Además de faci­li­tar un cam­bio de pers­pec­ti­va sobre los pro­ble­mas que serán obje­to de obser­va­ción, la par­ti­ci­pa­ción en una media­ción, requiere de noso­tros (y de todos los concer­ni­dos en la situa­ción de conflic­to) que nos asu­ma­mos como inter­lo­cu­tores váli­dos, como actores de una expe­rien­cia inter­sub­je­ti­va radical.

Inde­pen­dien­te­mente de las inter­pre­ta­ciones que cada quien pue­da hacer del concep­to de media­ción, hay un hecho incon­tro­ver­tible, a saber : la media­ción supone que se va apar­ti­ci­par en un pro­ce­so, que se tra­ba­jará con suje­tos que son autores de un tipo par­ti­cu­lar de rela­ciones gene­ra­do­ras de pro­ble­mas, conflic­tos, daños etc. La diná­mi­ca sus­ci­ta­da por esta acción, debe posi­bi­li­tar que los autores del conflic­to se trans­for­men en actores capaces de nego­ciar y deli­be­rar sobre solu­ciones, o pro­ce­di­mien­tos que hagan posible una ges­tión razo­nable del conflic­to. Esta­mos lejos, y has­ta podría­mos decir que, desde este pun­to de vis­ta, la media­ción se sitúa en el polo opues­to del que­ha­cer habi­tual del tra­ba­jo social. Al mediar, no lle­ga­mos al lugar del conflic­to para admi­nis­trar solu­ciones, en apli­ca­ción de dis­po­si­ciones pre­vis­tas por las polí­ti­cas sec­to­riales, o por regla­men­tos ad hoc. Nues­tra pre­sen­cia allí deberá asi­mi­larse más a la fun­ción de un agente capaz de coadyu­var al resta­ble­ci­mien­to de la tra­ma de rela­ciones inter­sub­je­ti­vas daña­da por el conflic­to y sus insi­dentes. Dicho de otro modo : es indis­pen­sable que el media­dor apa­rez­ca ante los pro­ta­go­nis­tas del conflic­to inves­ti­do de un poder de acción (oca­pa­ci­dad de actuar) ; de suerte que, los par­ti­ci­pantes en el conflic­to lo vean y sien­tan como un faci­li­ta­dor de acciones posibles. Esto es radi­cal­mente dis­tin­to de apa­re­cer y tomar posi­ción en un conflic­to, como agente inves­ti­do de poderes confe­ri­dos por la auto­ri­dad, lo que le sitúa ipso fac­to en una posi­ción de domi­na­ción sobre los demás. En este últi­mo caso, el media­dor se enfren­ta a “clientes”, “usua­rios”, “casos”, etc : lo que no es igual que dia­lo­gar con inter­lo­cu­tores váli­dos en pos de un avenimiento.

A par­tir de lo que aca­bo de decir, se des­cu­bren algu­nas pis­tas de reflexión que nos ayu­dan a ver en qué la filo­sofía puede tener, no tan sólo una fun­ción expli­ca­ti­va que amplíe nues­tros hori­zontes, sino que en qué medi­da la filo­sofía se puede trans­for­mar en una potente palan­ca, de extre­ma uti­li­dad que nos ayude a mejor abor­dar los pro­ble­mas a los que esta­mos pro­fe­sio­nal­mente confron­ta­dos. La media­ción pues, tiene que ver con pro­ble­mas de suje­tos ; suje­tos que par­ti­ci­pan en una expe­rien­cia rela­cio­nal prác­ti­ca, agi­ta­da por la diná­mi­ca del conflic­to. En ese conflic­to nos vamos a impli­car, nos vamos a “mojar”, vamos a dar opi­niones, reac­cio­nar, dejar de reac­cio­nar, etc. Es una expe­rien­cia ante la cual no pode­mos, aunque qui­sié­se­mos, per­ma­ne­cer impá­vi­dos, pues si no actua­mos, sere­mos empu­ja­dos y saran­dea­dos por la acción de los otros par­ti­ci­pantes en el conflic­to. Comien­za a aflo­rar, en este pre­ci­so ins­tante, el lado filosó­fi­co de este asunto.

Media­ción, obje­ti­vi­dad y subjetividad

Es muy pro­bable que la toma de contac­to con un conflic­to en el que que­re­mos mediar, nos depare sor­pe­sas, asom­bro, per­ple­ji­dad, difi­cul­tades varias, que podre­mos asu­mir, sor­tear, o asi­mi­lar con mayor o menor éxi­to. De natu­ra­le­za más com­ple­ja y de mayor pro­fun­di­dad será el pro­ble­ma que se sus­ci­tará entre nues­tra prác­ti­ca media­do­ra y nues­tra for­ma­ción pro­fe­sio­nal. En efec­to, la media­ción (tal como se la entiende en esta expo­si­ción) se aviene muy mal con la obje­ti­vi­dad tan vene­ra­da por las Cien­cias sociales que, nolens volens, son el telón de fon­do de nues­tra for­ma­ción teórica.

Valor intrans­able del racio­na­lis­mo car­te­sia­no y de las Cien­cias Natu­rales naci­das a la som­bra de la mecá­ni­ca new­to­nia­na, la obje­ti­vi­dad pierde en la media­ción pri­vi­le­gios y bue­na parte de sus atri­bu­tos. Nues­tra for­ma­ción teó­ri­ca conser­va todavía muy vivos y vigo­ro­sos los lazos anses­trales con el meca­ni­cis­mo y sus para­dig­mas. No nos resi­gna­mos a admi­tir que la rea­li­dad social no es una máqui­na deter­mi­nis­ta regi­da por leyes intan­gibles. Nos resul­ta difí­cil acos­tum­brar­nos a consi­de­rar el mun­do en que vivi­mos como una com­ple­ja tra­ma de acciones, reac­ciones retroac­ciones, ciclos recur­si­vos, (todo esto sobre un fon­do de inape­lable incer­ti­dumbre), tra­ma en la que suje­tos crean y pro­du­cen la vida social que , a su vez, los crea y pro­duce. En esta hiper­com­ple­ji­dad de lo real, los suje­tos impre­gnan de sub­je­ti­vi­dad la rea­li­da­dob­je­ti­va al trans­for­mar­la, supri­mien­do así la ilu­sión car­te­sia­na de la sepa­ra­ción abis­mal entre suje­to y obje­to, sepa­ra­ción entre la res extens­sa y el ego cogi­tans. Las Cien­cias Sociales naci­das en el siglo XIX, a ima­gen y seme­jan­za de lo que fue­ron las cien­cias natu­rales, tenían como pre­su­pues­to fun­da­men­tal el que había que aproxi­marse de la mane­ra más estre­cha posible a los pro­ce­di­mien­tos, a los méto­dos, a la epis­te­mo­logía de las cien­cias natu­rales ; no es inocente el que el opus magnus de Augus­to Comte (el “padre fun­da­dor” de la socio­logía), fue se un tra­ta­do de Físi­ca social.

Todo lo que no se some­tiese a ese impe­ra­ti­vo­no merecíal­la­marse Cien­cia. El sen­ti­do común­man­tiene muy vivaz esa concep­ción, confi­rien­do al tér­mi­no “obje­ti­vo” un valor que lo aso­cia estre­cha­mente a la Ver­dad, a la exac­ti­tud, a la Mesu­ra. Mien­tras que la sub­je­ti­vi­dad, repre­sen­ta un conjun­to de “anti-valores”, que cubren un vas­to espec­tro de “defec­tos” huma­nos. So pena de fas­ti­diarles con argu­men­tos redundantes,me deten­dré un ins­tante en Des­cartes, pues sus ideas poseen una tenaz vita­li­dad. Indu­da­ble­nente, nues­tra deu­da con des­cartes es inmen­sa ; la Huma­ni­dad no hubiese podi­do ser la que es hoy, sin el racio­na­lis­mo car­te­sia­no. Parte muy signi­fi­ca­ti­va del cono­ci­mien­to, en todos sus ámbi­tos, fue pro­du­ci­do, por lo menos en la socie­dad occi­den­tal, bajo el impe­rio del “para­dig­ma de Occi­dente”. Para­dig­ma de sim­pli­fi­ca­ción ima­gi­na­do por René Des­cartes. Para Des­cartes lo real esta escin­di­do en dos rea­li­dades inco­nexas : el mun­do de las cosas y el mun­do del “ego”. Las cosas poseen una rea­li­dad men­su­rable, medible, es decir, se iden­ti­fi­can con lo mate­rial, lo tan­gible, lo mani­pu­lable lo que Des­cartes deno­minó “la res exten­sa”, por tan­to, obje­to pri­vi­le­gia­do de la cien­cia. La res existe obje­ti­va­mente, las cosas exis­te­nen el mun­do car­te­sia­no con total pres­cin­den­cia de los suje­tos. Que yo esté ante ustedes, aco­da­do en esta mesa, es total­mente indi­fe­rente para esta mesa. Ella existe, y se le puede medir, se puede saber cuán­to pesa, cono­cer sus par­ti­cu­la­ri­dades físi­cas, químicas,su pre­cio, etc.se tra­ta de algo obje­ti­vo, una cosa obje­ti­va­mente exis­tente, obje­to pri­vi­le­gia­do de las cien­cias. Coexis­tien­do con ese mun­do obje­ti­vo y sin mez­clarse con él, Des­cartes desi­gna otra rea­li­dad repre­sen­ta­da por lo que yo pien­so, lo que yo com­pren­do de la pro­pia rea­li­dad, lo que yo pue­do apre­ciar, lo que yo pue­do concluir de mis obser­va­ciones del mun­do. Todo ello está incor­po­ra­do en la otra gran cate­goría pos­tu­la­da como el ego cogi­tans, el yo pen­sante. La rea­li­dad car­te­sia­na se pre­sen­ta pues, divi­di­da en estas dos grandes enti­dades carentes de todo nexo, dos ínsu­las inco­mu­ni­ca­das entre sí., lo que en la prác­ti­ca cor­riente y moliente signi­fi­ca que obje­ti­vi­dad y sub­je­ti­vi­dad son dos cosas dis­tin­tas, sepa­ra­das, incon­ci­liables. Una son las cosas que exis­ten que están, cuya exis­ten­cia es inob­je­table, medible, lo que existe y la otra cosa, es lo que yo creo que existe, mis sen­ti­mien­tos, mis opi­niones. Tene­mos delante el rei­no de la objetividad,la rea­li­dad obje­to de las Cien­cias y, a su lado, sin que nada les sir­va de vín­cu­lo, el rei­no de la sub­je­ti­vi­dad, que incluye todo cuan­to está suje­to a opi­nión, a dis­cu­sión, a reflexión, a creen­cia, a la razón. El dicho popu­lar reza : “por donde pecas pagas”, Pues bien, este orden inmu­table deter­mi­na­do por la bre­cha inson­dable que sepa­ra­ba el obje­to del suje­to, fue sub­ver­ti­do, pre­ci­sa­mente en el ter­re­no en donde parecía más estable : en efec­to, en el mun­do de la físi­ca, en su núcleo más ínti­mo e ines­pug­nable, en la´física de las partí­cu­las se sitúa el epi­cen­tro del ter­re­mo­to que echó por tier­ra el Muro de Berlín sobre el que se alza­ba el para­dig­ma de occi­dente. Cuan­do los físi­cos nucleares inten­ta­ron cono­cer el com­por­ta­mien­to de un elec­trón, inter­esán­dose por esti­mar su posi­ción y su velo­ci­dad, fue­ron sor­pren­di­dos por el más ines­pe­ra­do hal­laz­go : el cono­ci­mien­to de uno de los dos fenó­me­nos impli­ca­ba la impo­si­bi­li­dad de cono­cer, simultá­nea­mente, el otro fenó­me­no. De modo que, la obser­va­ción y el cono­ci­mien­to de la posi­ción de una partí­cu­la al inter­ior de un átomo,nos deja en la total ignorancia,respecto de la velo­ci­dad de su trayec­to­ria. La obser­va­ción – rea­li­za­da por un suje­to cogno­cente- sus­ci­ta una incer­ti­dumbre fun­da­men­tal allí, en las regiones más recón­di­tas de la mate­ria. La ilu­sión car­te­sia­na del divor­cio irre­ver­sible entre el suje­to y la obje­ti­vi­dad, se des­va­nece, dejan­do su lugar a una incier­ta rela­ción de cooperación/antagonismo, de atracción/rechazo, de complementaridad/exclusión, de separación/asociación entre suje­to y objeto.

Pode­mos ima­gi­nar un coro­la­rio de todo esto y for­mu­lar­lo del modo siguiente :

- El cono­ci­mien­to de una rea­li­dad de alta com­ple­ji­dad exige el aban­do­no de los para­dig­mas de sim­pli­fi­ca­ción y su reem­pla­zo por otros que no reduz­can ni muti­len la com­ple­ji­dad de lo real ;

- Lo real es una tota­li­dad en la que todos sus com­po­nentes están rela­cio­na­dos entre sí (todo tiene que ver con todo, pero no de cual­quier manera) ;

- El pro­gre­so de nues­tro cono­ci­mien­to no suprime la incer­ti­dum­brede lo que sabe­mos acer­ca de la realidad.

Vol­vien­do a la media­ción (des­pués de este rodeo, quizá un poco fas­ti­dio­so, pero nece­sa­rio), debe­mos consi­de­rar que ella se asien­ta en una situa­ción de máxi­ma com­ple­ji­dad. en efec­to, el lugar pro­pio de la media­ción es la situa­ciónde conflic­to ; es decir, un ver­da­de­ro “nudo gor­dia­no” en el que se entre­la­zan y anu­dan inter­eses opues­tos, crean­do dis­fun­ciones, “rui­do”, ten­siones paroxís­ti­cas, epi­so­dios crí­ti­cos y pro­ce­sos “crí­si­cos”. Ese nudo gor­dia­no, aglu­ti­na y concen­tra apre­ta­da­mente, una mul­ti­tud de aspec­tos de la rea­li­dad, cual si fuese un reve­la­dor dea­quel­lo que se ocul­ta detrás de las apa­rien­cias en la vida coti­dia­na de las gentes. Por lo tan­to, no debe­mos iten­tar cor­tar el Nudo Gor­dia­no, con el filo del para­dig­ma sim­pli­fi­ca­dor, sino, apro­ve­char su pre­sen­cia para cap­tar todo cuan­to él encier­ra en su abi­gar­ra­da hiper­com­ple­ji­dad. El esfuer­zoque esta acción exige es impor­tante, sólo­com­pa­rable a las sor­pre­sas y bene­fi­cios que ella nos procurará.

¿Qué pode­mos espe­rar de la Mediación ?

Lo pri­me­ro que la Media­ción nos ofrece, es una magni­fi­ca oca­sión para com­pren­der lo real y, al mis­mo tiem­po, com­pren­der­nos mejor noso­tros mismos.

Hace algu­nos minu­tos, puse bas­tante énfa­sis al decir que la Media­ción es un asun­to que se desar­rol­la entre suje­tos, entre indi­vi­duos que se consi­de­ran inter­lo­cu­tores váli­dos. Pode­mos agre­gar aho­ra, que se tra­ta de una situa­ción cuyo sen­ti­do, cuya esen­cia es el de una expe­rien­cia moral. Para un par­ti­ci­pante de una Media­ción, y a for­tio­ri para un media­dor, esto signi­fi­ca un esfuer­zo inte­lec­tual impor­tante para lograr la conver­gen­cia de dos dimen­siones de nues­tra exis­ten­cia : por una parte nues­tra sub­je­ti­vi­dad y, por otra parte el conjun­to de nor­mas, valores y prin­ci­pios que regu­lan y pres­cri­ben nues­tro que­ha­cer prác­ti­co. En la expe­rien­cia moral, es el suje­to autó­no­mo quien asume indi­vi­dual­mente la res­pon­sa­bi­li­dad de sus actos y las conse­cuen­cias que de ellos deri­ven. Es el indi­vi­duo que se hace car­go, sin espe­rar recom­pen­sa ni temer un cas­ti­go, del conjun­to de pres­crip­ciones y nor­mas que hacen posible la convi­ven­cia entre suje­tos : es decir, el conjun­to uni­ver­sal de valores sobre los que se fun­da la digni­dad huma­na. Ese pun­to de conver­gen­cia repre­sen­ta toda la sin­gu­la­ri­dad de nues­tra huma­na condi­ción : la reu­nión de la par­ti­cu­la­ri­dad de cada suje­to con la uni­ver­sal digni­dad de todos los huma­nos, sin excep­ción. En la expe­rien­cia moral asu­mi­mos nues­tra condi­ción, ante el Bien y ante el Mal,solos, uni­ver­sal­mente. Se me obje­tará, que la Media­ción per­sigue otros obje­ti­vos y, que no es ni líci­to ni pru­dente, dejar en la som­bra y, por tan­to, subes­ti­mar lo que la Media­ción está lla­ma­da a rea­li­zar den­tro del nue­vo mar­co crea­do por la Refor­ma pro­ce­sal penal, o lo que ocur­rirá con todo lo rela­ti­vo a la vio­len­cia intra­fa­mi­liar, etc… Me hago car­go de esta obje­ción y no impu­gno su per­ti­nen­cia. En rigor, la Media­ción debe respon­der a la pro­me­sa de ofre­cer moda­li­dades alter­na­ti­vas de reso­lu­ción de conflictos,en un núme­ro cre­ciente de domi­nios de la vida social. La estadís­ti­ca de casos resuel­to­spor media­ciones exi­to­sas, consti­tuirá, evi­den­te­mente, una convin­cente prue­ba de lo opor­tu­no que es gene­rar meca­nis­mos alter­na­ti­vos que com­ple­men­ten los orga­nis­mos y pro­ce­di­mien­tos defi­cientes, o reem­pla­cen las vie­jas ruti­nas buro­crá­ti­cas. Las bon­dades de la Media­ción deberán mani­fes­tarse de ese modo en el cor­to y media­no pla­zo. Para evi­tar toda confu­sión y/o mal­en­ten­di­dos, subrayo la impor­tan­cia y nece­si­dad de lograr fru­tos tan­gibles mediante la media­ción, allí donde las ins­ti­tu­ciones tra­di­cio­nales hayan colap­sa­do, o sim­ple­mente no pue­dan hacer frente a una deman­da cre­ciente de inter­ven­ción. Sin embar­go, me asiste la cer­te­za de que la exce­len­cia de la Media­ción no se ago­ta en el balance o la conta­bi­li­dad de “media­ciones exi­to­sas” ver­sus “media­ciones frus­tra­das”. La idea que sus­ten­ta bue­na parte de mi reflexión, iden­ti­fi­ca la exce­len­cia de la Media­ción con lo que podría ser consi­de­ra­do como los efec­tos de “segun­do gra­do” de la acción media­do­ra ; no la estadís­ti­ca de los fru­tos de cor­to y media­no pla­zo, sino la emer­gen­cia de una par­ti­cu­lar moda­li­dad de acción social y de un sin­gu­lar tipo de actor social. Apun­ta en esa direc­ción, mi convic­ción acer­ca de la fer­ti­li­dad de las inter­ac­ciones que concur­ren y vivi­fi­can la expe­rien­cia moral implí­ci­ta en la inter­sub­je­ti­vi­dad del diá­lo­go entre inter­lo­cu­tores válidos.

La Media­ción nos ofrece tam­bién la oca­sión de inter­ro­gar­nos­sobre la rea­li­dad, de un nue­vo modo, o por lo menos, de una mane­ra que no es usual hoy día. Es a ese carác­ter inno­va­dor, expe­ri­men­tal que me invi­ta a pen­sar el adje­ti­vo “alter­na­ti­va” que va aso­cia­do al sub­stan­ti­vo Media­ción, cuan­do ésta es consi­de­ra­da como un méto­do de reso­lu­ción de conflic­tos, lla­ma­do a ser pues­to en apli­ca­ción en cam­pos cada vez más exten­sos y diver­sos. No es en una volun­ta­ris­ta radi­ca­li­za­ción teó­ri­ca, ni en algún van­guar­dis­mo prác­ti­co, en lo que pien­so al hablar de inno­va­ción y de alter­na­ti­va, mi propó­si­to es más modes­to y y asu­mible. El escri­tor por­tu­gués Fer­nan­do Pes­soa defi­nió magní­fi­ca­mente el sen­ti­do de la inno­va­ción : “La ver­da­de­ra novedad…es aquel­la que ha reto­ma­do todos los hilos de la tra­di­ción, y los ha teji­do for­man­do un moti­vo que la tra­di­ción no podía tejer”. Nove­dad de la media­ción que impli­ca un reexa­men de nues­tras refe­ren­cias, un retor­no a nuest­tras fuentes, una crí­ti­ca mira­da sobre nues­tro cono­ci­mien­to, y, por lo tan­to, un exa­men no com­pla­ciente del cono­ci­mien­to, que tenemos,de noso­tros mismos.

Homo-Sapiens-Demens

El autoexa­men al que alu­do, no es una invi­ta­ción a que nos ins­ta­le­mos en una intros­pec­ción cuyo inicio y decur­so son deja­dos al azar de las contin­gen­cias del dia­rio vivir, sin que poda­mos darle un sen­ti­do que supere los estre­chos már­genes que nos impone el sem­pi­ter­no Nar­ci­so que lle­va­mos den­tro. De lo que se tra­ta es de com­pren­der un poco mejor nues­tra iden­ti­dad. Inme­dia­ta­mente pode­mos afir­mar que somos suje­tos evi­den­te­mente, por lo tan­to somos indi­vi­duos capaces de reflexio­nar, de reac­cio­nar, de inter­ac­tuar con otros suje­tos. Al mis­mo tiem­po somos parte de la natu­ra­le­za, y somos obje­tos de sus pro­ce­sos y de sus fuer­zas. Además somos capaces de soñar, de ima­gi­nar, de inven­tar y tam­bién somos los autores de los crí­menes más hor­ren­dos, de lo peor que la huma­ni­dad a engen­dra­do. Es a dilu­ci­dar este inson­dable enig­ma, o por lo menos, a intuir algu­nas pis­tas que nos acer­quen a respues­tas verosí­miles que debe condu­cir­nos la inter­ro­ga­ción sobre nues­tra condi­ción huma­na. Nos ayu­da un tan­to lo que las cien­cias del Hombre ya han avanzado.En efec­to, desde sus diver­sas ver­tientes, la Antro­po­logía nos iden­ti­fi­ca como per­te­ne­cientes a una rama escin­di­da de los pri­mates super­iores que, conser­van­do el patri­mo­nio de los mamí­fe­ros más evo­lu­cio­na­dos, ha logra­do un desar­rol­lo neu­ro­ce­re­bral abis­mante. lo que ha hecho posible la eclo­sión incon­men­su­rable de habi­li­dades y com­pe­ten­cias y apren­di­zajes. Noso­tros apren­di­mos a hablar, leer, escri­bir, pen­sar, en fin hemos lle­ga­do a ela­bo­rar sis­te­mas lógi­cos de reflexión que guían nues­tro cono­ci­mien­to. Somos capaces de com­pu­tar la infor­ma­ción, somos capaces de auto­co­no­cer­nos, en fin, somos capaces de todo eso ; esver­da­de­ra­mente algo fantás­ti­co, algo mara­villo­so. sin embar­go, además hay este otro aspec­to sinies­tro que, tam­bién lle­va­mos enci­ma que no lo poseen los ani­males : es la locura,la bar­ba­rie homi­si­da, el fre­nesí geno­si­da. La locu­ra es pues, una par­ti­cu­la­ri­dad fun­da­men­tal, intrín­se­ca nues­tra de donde resul­ta ple­na­mente jus­ti­fi­ca­do el agre­gar Demens a las otras dos cali­dades de nues­tra iden­ti­dad. Homo Sapiens­De­men­sinsó­li­ta conjun­ción de tres rea­li­dades de cuya equi­li­bra­da arti­cu­la­ción depende nues­tra vida, la vida de nues­tros próxi­mos y la vida de la Huma­ni­dad toda. El des­ti­no irre­nun­ciable que nos está reser­va­do es sal­va­guar­dar el ines­table y frá­gil equi­li­brio de esas tres dimen­siones de la condi­ción huma­na. Esta­mos obli­ga­dos, so pena de ani­qui­la­mien­to mutuo,de domes­ti­car nues­tra ani­ma­li­dad sin extin­guir­la ; esta­mos obli­ga­dos de man­te­ner des­pier­to el espí­ri­tu para poder com­pu­tar, para poder infor­mar­nos, para no olvi­dar ; y pues­to que no pode­mos erra­di­car de nues­tra consti­tu­ción el com­po­nente demen­cial, esta­mos obli­ga­dos a meta­bo­li­zar nues­tra locu­ra, trans­mután­do­la en empeño qui­jo­tez­co y bio­fi­lia cabal­le­rez­ca, para impe­dir que dege­nere en locu­ra hit­le­ria­na. Los fac­tores que concur­ren al esta­ble­ci­mien­to de ese equilibrio,son esca­sos y esqui­vos, de suerte que se dan cita rara y bre­ve­mente. Como todas las cosas impor­tantes de la vida, esos momen­tos tie­nen la den­si­dad ger­mi­nal de los pro­ce­sos gene­ra­dores de lo nue­vo, y lo fugaz de la efí­me­ra irrup­ción de lo impro­bable. Es el relam­pa­guear de la concien­cia que nos ofrece, en un des­tel­lo, una visión ver­da­de­ra de nues­tro mun­do interior.Algode ello se encuen­tra en las ilu­mi­na­ciones y las ful­gu­ra­ciones de los grandes mís­ti­cos, y con mayor fuer­za aún lo hal­la­mos en esos momen­tos fantás­ti­cos que vivi­mos en el amor, en el encuen­tro de la per­so­na amada.Lo que impor­ta pues, es poder vigi­lar las deri­vas posibles, los des­car­ri­la­mien­tos pro­bables de algu­no de los com­po­nentes de esta tri­di­men­sio­nal consti­tu­ción nues­tra. Es nece­sa­rio apren­der a lle­var nues­tra triple condi­ción con pres­tan­cia, con inte­li­gen­cia, con valentía, con humil­dad yhumanidad.

Los órdenes de la rea­li­dad antroposocial

Conciente de abu­sar de vues­tra pacien­cia, pues he exce­di­do el tiem­po que me fue­ra impar­ti­do, quie­ro consa­grar muy breves minu­tos a expo­nerles esquemá­ti­ca­mente la últi­ma parte de esta reflexión. Por­ta­dores de esta triple dimen­sión, los seres humanos :

- Labo­ra­mos es decir nos nutri­mos, man­te­nién­do­nos en vida en per­ma­nente meta­bo­lis­mo con la naturaleza ;

- Tra­ba­ja­mos pro­du­cien­do y repro­du­cien­do las condi­ciones mate­riales de nues­tra existencia ;

– Actua­mos, recons­ti­tuyen­do de gene­ra­ción en gene­ra­ción la tra­ma de inter­ac­ciones que hacen posible la vida social y la repro­duc­ción de nues­tra especie.

Noso­tros vivi­mos simultá­nea­mente en cua­tro ordenes, nues­tra vida se desar­rol­la en cua­tro pla­nos simultá­nea­mente : el pla­no de lo téc­ni­co-cientí­fi­co, es decir, el domi­nio en el que tiene lugar la mayor parte de nues­tra vida coti­dia­na. Es el orden hori­zon­tal, el que más fre­cuen­ta­mos y el que más impac­ta direc­ta­mente nues­tro que­ha­cer. Desde el cono­ci­mien­to cientí­fi­co más sofis­ti­ca­do, desde la téc­ni­ca más remo­ta, has­ta el cono­ci­mien­to per­icial, téc­ni­co de coger el tro­zo de pan y llevár­nos­lo a la boca, el orden téc­ni­co cientí­fi­co nos influye y nos impone sus reglas.

Al mis­mo tiem­po vivi­mos tam­bién el orden polí­ti­co y jurí­di­co, porque cla­ro noso­tros somos per­so­nas que vivi­mos en socie­dad y que esta­mos suje­tos a toda una serie de dis­po­si­ciones, a una serie de leyes y prin­ci­pios y además noso­tros que­re­mos contri­buir, que­re­mos inci­dir en que la vida social se oriente en tal o cual sen­ti­do. Noso­tros tam­bién vivi­mos, simultá­nea­mente en el pla­no moral, en el pla­no de la ley de lo que no se debe hacer y de lo que se debe hacer, del deber ser y, al mis­mo tiem­po que eso, vivi­mos tam­bién en el pla­no éti­co, en el pla­no del amor, en el pla­no de la bús­que­da de la feli­ci­dad, la feli­ci­dad para noso­tros y la feli­ci­dad para los demás.

No pode­mos pri­vi­le­giar nin­gu­no de esos cua­tro ordenes, en el orden téc­ni­co-cientí­fi­co vivi­mos y no pode­mos salir de él , sin embar­go, en ese orden noso­tros tene­mos que hacer todo lo posible para que encon­tre­mos los fre­nos , para que poda­mos actuar de mane­ra que la máqui­na téc­ni­co-cientí­fi­ca no se dis­pare y que no nos cai­gan enci­ma las bom­bas ató­mi­cas , que un loco cual­quie­ra, en la Casa Blan­ca (o en las otras casas de locos que man­dan en el pla­ne­ta), apriete el botón de la “solu­ción final”.

Ello sólo puede ser evi­ta­do desde fue­ra, pues no hay razones téc­ni­cas o cienctí­fi­cas que impi­dan el fre­nesí tec­no­cientí­fi­co. Las bar­re­ras a la deri­va téc­ni­co cientí­fi­cas ven­drán de un orden super­ior : del orden jurí­di­co polí­ti­co. Este orden está fun­da­do sobre la opo­si­ción entre lo que es legal y lo que esca­pa a la ley. En la socie­dad moder­na este orden se puede consi­de­rar como el orden demo­crá­ti­co, en el que es la mayoría quien deten­ta la sobe­ranía popu­lar. Es pues, la mayoría de la socie­dad quien puede tener la últi­ma pala­bra acer­ca de los lìmites que se puede impo­ner al tra­ba­jo de téc­ni­cos y cientí­fi­cos. Sin embar­go, la demo­cra­cia carece tam­bién de meca­nis­mos de autor­re­gu­la­ción que pue­dan impe­dir las deri­vas per­ver­sas del sis­te­ma. Bas­ta recor­dar que en febre­ro de 1933, Hit­ler fue elec­to can­siller de ale­ma­nia en un pro­ce­so elec­to­ral total­mente demo­crá­ti­co. Aho­ra bien, para que las masas popu­lares no enlo­quez­can y se enar­dez­can tras la mano en alto de algún jefe carismá­ti­co, algún necró­fi­lo hom­bre­cil­lo (con o sin gor­ra), es nece­sa­rio que un orden super­ior le impon­ga límites. Ese orden es, el orden moral. El orden moral, aquel de los valores abso­lu­tos, tras­cen­dentes, cuyo respe­to conduce a la vir­tud, nos ayu­da a respon­der a la pre­gun­ta ¿qué hacer ? en esta u otra cir­cuns­tan­cia. Este orden no requiere de límites, pues el exce­so de moral, el respe­to irres­tric­to de los man­da­mien­tos morales no consti­tuye daño para nadie. Sin embar­go, no puede construirse un mode­lo de feli­ci­dad para un indi­vi­duo o para un pue­blo, sólo con el cum­pli­mien­to de los deberes. Por lo tan­to, lo que el orden moral pre­ci­sa es una aper­tu­ra hacia algo super­ior, un com­ple­men­to que agregue al deber, a la vir­tud, la bús­que­da de la feli­ci­dad. Es el orden del amor, el orden éti­co, el que apor­ta la sabi­duría que ven­drá a tem­pe­rar el rigor moral, abrién­do­lo a la ale­gría de vivir. Este orden del amor es el orden super­ior, pues nada se le puede agre­gar, ya que el amor ili­mi­ta­do no tan solo no es una ame­na­za, sino que no es algo que esté a la orden del día.Nada mejor que una infla­ción de amor podría ocur­rir a nues­tra mez­qui­na y pro­sai­ca socie­dad mercantil.

Ordenes dis­tin­tos que no debe­mos confun­dir, pero que tam­po­co pode­mos ais­lar y diso­ciar cartesianamente.

Una últi­ma idea : existe una jerar­quí entre estos órdenes, y tam­bien existe una pri­macía entre ellos. En la base se hal­la el orden téc­ni­co cientí­fi­co ; se le super­po­nen el orden jurí­di­co polí­ti­co, el orden moral y, por enci­ma de todos el orden éti­co y del amor. Sin la téc­ni­ca y las cien­cias, sin la rea­li­dad mate­rial sobre la que se asien­ta la cultu­ra, el arte, la polí­ti­ca, la reli­gión, etc. No habría vida social. Pri­macía de lo infe­rior sobre lo super­ior, en cuan­to existe una deter­mi­na­ción en últi­ma ins­tan­cia de lo mate­rial sobre el res­to. Al mis­mo tiem­po, super­io­ri­dad jerár­qui­ca de la éti­ca y el amor sobre los otros órdenes. En efec­to, el hombre hal­la su idni­dad y des­plie­ga toda su huma­na condi­ción, eleván­dose de la tos­ca mate­ria­li­dad hacia el amor.

El cris­tia­nis­mo pos­tu­la que es la Gra­cia la que per­mite la ele­va­ción del hombre hacia lo divi­no. La Gra­cia, como fuer­za ascen­dente por opo­si­ción a la fuer­za de gra­ve­dad, que pre­ci­pi­ta los cuer­pos hacia aba­jo. Yo no soy creyente por lo tan­to no conoz­co las mara­villas de la Gra­cia y, debo reco­no­cer, que más de algu­na vez en mi vida deseé gozar de ese extra­or­di­na­rio confort espi­ri­tual que debe ser la creen­cia en un ser supre­mo, en un recur­so úti­mo ante la incer­ti­dumbre radi­cal de la exis­ten­cia. Por tan­to, yo no pue­do ape­lar a la Gra­cia como fuer­za que nos ayu­dea no sucum­bir arras­tra­do por la gra­ve­dad y la pesa­da car­ga de la exis­ten­cia. Por ello bus­co un apoyo ter­re­nal y mate­ria­lis­ta. Son dos cosas que, a veces, pue­den valer la Gra­cia : el coraje, la valentía de bus­car la luci­dez, lo que nun­ca es fácil y por ello es impor­tante. La otra fuer­za esel amor. Nada garan­ti­za que sean un apoyo sufi­ciente, pero hay quienes lo inten­tan, y más de algu­nos lo logran. Coraje lúci­do del amor : amor inte­li­gente de la verdad.

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